CUADERNO DEL PEREGRINO

REFLEXIONES DESDE EL CAMINO.


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- ¡Qué situación tan amarga! Tener que negar el banco para que alguien llegue y descanse. 
- Así es, amigos. Ahora vemos los invisibles precintos de nuestra mirada que selecciona quién puede sentarse a nuestro lado. Y el precinto terrible de las fronteras de los países que rechazan multitudes, que quizá huyan de lo mismo que a nosotros nos hace precintar el banco.

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-¡Qué triste es ver la belleza encarcelada!

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- ¡Qué hermoso, el campo, lleno de cantos de pájaros de mil colores y tamaños! ¿Qué te sugiere,  Peregrino?
- Me trae el recuerdo de aquella madrugada de sangre. Un gallo, con su canto, recordó a Pedro su infidelidad al amor y la amistad. Cuando oigo estos pájaros cantar me pregunto si yo soy fiel a la tierra donde vivo, si soy fiel a sus demandas y proyectos.
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-¿Lo veis? Tras la cruz siempre nos aguarda la luz.

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- Son días de límites y restricciones. 
- Sin duda. Pero ante todo son días de corazón, amigos. No dejéis que las limitaciones os impidan sentir cada latido.
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- ¿Qué hacemos?
- Cruzar, cruzar siempre. Más allá sigue el camino,  renovado y abierto.
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Ahora entiendo cómo visitaría don Quijote a su Rocinante en las cuadras, esperando volver a los caminos y encrucijadas, donde tanta falta hacen los soñadores y un brazo que quiera consagrarse a desfacer entuertos.
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-Peregrino, ¿cómo tener en estos días oscuros razones para la esperanza? 
-El camino es fácil.  Sosteniendo con otros la misma luz.
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-Peregrino, ¡Qué difícil y terrible es caminar en la noche, sin distinguir apenas el camino! 
-Así es, no estamos acostumbrados.  Pero piensa que cuando venga la luz del sol podremos alegrarnos mucho más viendo el camino y descubriendo el rostro de quien caminó con nosotros entre las tinieblas.
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En medio de la oscuridad brillará la esperanza
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-Peregrino, ¡qué  larga se hace esta espera! Todo es incertidumbre y preguntas sin respuesta.  
-Recuerda el camino. No te preocupes por el final. Preocúpate solo de dar bien el paso próximo. Solo el próximo. Después te preocuparás del siguiente.
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-No temáis. A veces la vida debe ponerse patas arriba, para estar luego más limpia, más ordenada, más sencilla.
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PUBLICADOS EN LA REVISTA MILITANTE, DEL MOVIMIENTO RURAL CRISTIANO




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-Peregrino, ¿qué haces tras la ventana?
-Mirar estremecido. Mis pies ahora no pueden seguir camino alguno; y, admirado y esperanzado tras el cristal, observo el maravilloso brotar de la naturaleza... y... confío.
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- Peregrino, ¡qué días más tristes, más oscuros y angustiosos!
- No temáis, amigos, andad con la cabeza firme y el corazón esperanzado:  TRAS LA TINIEBLA, SIEMPRE, SIEMPRE ESTÁ LA LUZ.
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- ¡Claro que hay obstáculos! Pero el camino sigue.
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- Parece que la primavera y el invierno andan jugando al escondite. 
- Eso parece. Y en nuestros corazones juegan la esperanza y la desazón.  Pero lo importante, al final, no son las fechas establecidas o las palabras rituales, los procedimientos cosificados, sino la vida que se abre paso y los brotes que anuncian un fruto no lejano.
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- Amigos,  mirad estas flores y aprendamos de ellas. Una sola sería hermosa, es cierto. Pero juntas, cada una ofrece su propia hermosura para construir una galaxia de belleza.
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- ¡Cómo me gustaría a veces ser como esa isleta, en medio del agua, llena de paz y calma!
- También me gustaría a mí. Ese arbolillo tiene que ser buen descanso de muchos vuelos fatigados.
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-Parece que la primavera y el invierno andan jugando al escondite. 
-Eso parece. Y en nuestros corazones juegan la esperanza y la desazón.  Pero lo importante, al final, no son las fechas establecidas o las palabras rituales, los procedimientos codificados, sino la vida que se abre paso y los brotes que anuncian un fruto no lejano.
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-Dicen que a causa del ser humano la naturaleza anda descontrolada. Es como si la despistásemos. Los árboles echan brotes antes de lo que les correspondería.  
-Sin duda es así, amigos. Pero observad vuestros corazones. ¿No andan despistados y echando unos brotes extraños que no llegan nunca ni a hoja ni a fruto?

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- Este grupo hace tiempo que  camina junto. 
-¿Cómo lo sabes, Peregrino?
- Porque se ha tropezado uno, pero cojean todos.
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El tractor avanza sobre la tierra dormida, abriendo profundos surcos, en los que una docena de cigüeñas escarba, encontrando su alimento. 
-Amigos, no temamos hundir hondo nuestro arado en la tierra de la vida, pues,aun sin saberlo o pretenderlo, hacemos bien a muchos.
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Tened cuidado porque, a veces, la vida se convierte en un tendedero con pinzas variadas, perfectas, bien dispuestas... que no sujetan nada.
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-Peregrino, mira cómo en mi cerezo crecen ya los brotes.
-Cuidaos, amigos, de que no falten brotes en el alma.
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El grupo está sentado a la sombra de una encina.
- Amigo, me parece que no está aquí tu mente.
- ¡Así es! Estaba pensando con añoranza en la sombra del naranjo de mi patio. ¿Cómo lo has sabido?
- Por tu profundo suspiro, similar al mío, que recordaba la sombra de la higuera de mi infancia.
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- Siempre dices que la hora más difícil para el caminante es la noche. Por el cansancio, ¿verdad?

- Al contrario. Porque parece que nunca va a amanecer.
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-¿Habéis visto? En medio de las desolaciones, las presiones, las luchas encontradas... surge la belleza y la paz.
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- Peregrino, ¿cuántas veces habrás hecho este camino?
- Uff. No sé... quince o veinte.
- ¿Y por qué no eliges otro?
- En este no he acabado de conocerme.
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- Qué hermoso el techo de esta casa, Peregrino. 
- Sin duda, amigos. Pero lo que cuenta es la hermosura de las vidas que se construyen bajo él.
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- Peregrino, no entiendo por qué esos dos del grupo van siempre delante de nosotros, sin integrase, sin conversar.
- Amigo, esos dos caminantes van en nuestra misma dirección, pero no van por nuestro camino.
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-Las hojas caídas me provocan tristeza... llega el invierno.
-Sí, es como un final de etapa...
-A mí me hace pensar en sueños imposibles... las hojas querrían llegar a lo más alto... pero fracasan... y caen al suelo. Es un realismo doloroso y triste. 
-Amigos, ¿No es preferible pensar que cada hoja caída deja un hueco disponible para la nueva hoja que ha de brotar?
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El grupo de peregrinos visita una iglesia pequeña y preciosa. Un guía les sale al paso:
-Miren este trampantojo. La bóveda de esta capilla es elíptica.  Si caminan mirando hacia arriba y siguiendo la forma de la capilla, podrán ver que el escudo que hay pintado en lo más alto les sigue. Parece estar siempre en el lado donde ustedes se hallan. Pero, lógicamente,  está siempre quieto. 
Todos salen maravillados de la visita. 
-Este hombre nos ha hablado, sin duda, de la tristeza.


A Paz, que ama su tierra 
y sabe guiar y acompañar
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-¡Qué pena, Peregrino!
-En verdad lo es. 
-Pobre palmera. 
-¿Palmera? ¿Es una palmera? Me parece más bien un alma sin sueños.
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Cuando las manillas marquen las doce será la hora terrible en que Dios decida el castigo de la Humanidad.
- Pero  Peregrino... ¡¡ Si no hay manillas en el reloj!!
- Veo que has dudado. Y has mirado, para comprobar cuánto faltaba para ese momento fatídico. ¿Espera tu corazón  un castigo de Dios ? Tendrás que aprender a darle cuerda al reloj como Dios hace. 
- ¿ Y cómo le da Dios cuerda al reloj?
- Quitándole las manillas.
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- Peregrino, todo lo que vemos es muy hermoso. Quedémonos más tiempo.
- Podríamos quedarnos más tiempo. Pero nunca nuestro corazón se saciará de belleza
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- Peregrino, vas muy callado en el camino.
- No he encontrado ningún motivo para romper mi silencio.
- ¿Cómo que no? ¿No te has fijado en la belleza que nos rodea?
- Amigo, yo no tengo la culpa de que no oigas cómo canta mi alma.
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La luz de la Navidad ilumina tus rutinas, tus fatigas, tu trabajo duro y agobiante.
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Acaba la Navidad.  Pero siempre es tiempo de buscar al Señor y darle tu ofrenda.

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-Amigos, ¿veis la necesidad de caminar juntos? Las verdaderas alegrías lo son porque las compartimos.
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- ¿Esto es cuanto queda tras los regalos?
- Solo para los sordos, que no oyen el diálogo entre los corazones de quien da y recibe el regalo.
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Llevaban regalos a un rey niño y encontraron el Regalo de un Dios niño.
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- Pronto acabará este camino que emprendimos hace ya tantos días.
- ¿Qué harás, cuando lleguemos?
- Me sentaré.
- ¿A descansar?
- A barruntar los motivos y los aires del nuevo camino.
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-Somos insaciables, Peregrino. Apenas hemos terminado una comida y ya queremos otra. 
-Dios nos hizo insaciables. Pero de su belleza y de su luz.
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-Peregrino, para el nuevo año pedirás un nuevo camino a recorrer.
-No. 
-¿No? ¿No pedirás  nuevos compañeros  y nos olvidarás?
-Tampoco. Para el nuevo año  necesito un nuevo cayado.
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Claro, amigos, que caminar es un proceso largo y difícil,  fatigoso en muchas ocasiones. Es que la vida es un proceso largo y difícil, fatigoso en muchas ocasiones.
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- Peregrino, pronto acabará el año. Comenzaremos uno nuevo, por nuevos caminos.
- Amigos, tengo la seguridad de que este es mi último camino.
- ¿Cómo? ¿No vas a volver a salir a caminar?
- Siempre pienso que el camino que estoy haciendo es el último. Así, no reservo mis energías, mi admiración y mi alma para algo que quizá no llegará. Cada camino ha de ser el último. Así, además, un día acertaréis. Estaréis realizando vuestro último camino, pero ni os sorprenderá ni os decepcionará que así sea.
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- Amigos, al caminar, no perdamos nunca de vista el horizonte y la meta que buscamos. Así  no caminaremos en balde.
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-Me he sentido muy a gusto en esta parada, Peregrino. 
-¿Tranquilo?
-No... no... al revés... algo por dentro me impulsaba a salir, a buscar, a construir, a ser de otra manera más positiva. 
-Ojalá en todas tus paradas te sientas tan a gusto.
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-¡Peregrino, cuánta tarea nos queda tras las fiestas!  
-Y eso que no podemos ver la foto de nuestros corazones.
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Andáis inquietos con preparativos para vuestras mesas. Pero no olvidéis disponer un buen mantel. Pues ninguna alegría será tal si cae en un corazón vacío, herido o extraviado.
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- ¡Qué falta nos hacía esta parada para comer, Peregrino! Necesitamos reponer fuerzas.

- Sí. Pero al bocadillo le falta algo.

- ¿Qué es? ¿Agua, fruta, frutos secos?

- Un abrazo.
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Llueve suavemente. El grupo atraviesa pueblos, con muchas puertas y ventanas cerradas hace años. Los árboles del camino visten de ocres y amarillos el paisaje; y sus hojas caídas,el suelo. El Peregrino recoge algunas y las guarda,cuidadosamente. 
-¿Un recuerdo del camino?,pregunta alguien.
-Es un recuerdo de estos otoños...del que nos regala la lluvia, que es una alegría... y del otoño de estos pueblos,lleno de melancolía y tristes anuncios de invierno
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- ¡Qué bien representa un árbol nuestra vida! Cada rama es un proyecto, un camino, una persona amada, alguien olvidado, un sueño... surgen en distintos momentos, crecen más o menos, se multiplican, se detienen, tienen brotes, se secan! Mirar un árbol es saber mucho de nuestra alma.
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- Lo peor del camino es, sin duda, ir cuesta arriba.
- No sé, a mí lo que más me cansa es ir cuesta abajo.

- Lo peor es cuando vamos por un camino estrecho, al borde de un precipicio.

- No, amigos, lo peor del camino es pararse.
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- Qué duro es caminar con la niebla, no nos deja ver bien el camino ni a la gente que va y viene.

- Al contrario, da las gracias por la niebla, no recuerda que, en realidad, no vemos nunca bien. Creemos conocer a las personas y el camino, pero es un engaño de nuestros ojos.
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- Las vivencias son el combustible que alienta cada paso del camino. No salen al aire, pero están en los ojos y en la sonrisa
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- Peroooo... ¡Peregrinoooo! ¿Otra vez de cursillo sobre el camino? ¿No te has enterado aún de que caminar es poner un pie delante de otro y ya está?

- Tengo aún que aclarar bien qué significa "delante".
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Llueve suavemente. El grupo atraviesa pueblos, con muchas puertas y ventanas cerradas hace años. Los árboles del camino visten de ocres y amarillos el paisaje; y sus hojas caídas, el suelo. El Peregrino recoge algunas y las guarda, cuidadosamente. 
- ¿Un recuerdo del camino?, pregunta alguien.
- Es un recuerdo de estos otoños... del que nos regala la lluvia, que es una alegría... y del otoño de estos pueblos, lleno de melancolía y tristes anuncios de invierno.
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-¿Ahora eres Peregrino de pasillos y porches?
-No olvides que el principal camino lo hacemos con el corazón, no con los pies
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- Peregrino, ¿cómo llegaré a tener tu sabiduría?
- Haz como yo. Escucha siempre a tus maestros y procura vivir como ellos....

A Luis Romero, con cariño y admiración
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El hombre se encaramó en el púlpito y expuso las normas para el camino: 
- El organizador del viaje ha decidido que llevéis una mochila llena de cachivaches cuya función exacta se os indicará quizá más adelante. Apenas llevaréis comida o bebida, porque así el camino es más emocionante. Y a la mayoría os vendaremos los ojos. El resto serán los guías,que tienen que procurar que nadie se caiga por los precipicios, caiga en el barro o se haga demasiado daño en los largos tramos que serán pedregal y desierto. 

El grupo del Peregrino escuchaba asombrado. 
- Amigos, dijo el Peregrino. Vámonos a otra parte... Esto no es una peregrinación. Esto es el Purgatorio.
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- Peregrino, andar es muy cansado.
- Amigo, no, andar es muy triste.
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En el bar, un hombre busca, trabajosamente, algunas monedas en el bolsillo para poder pagar y el grupo lo observa. El peregrino le dice al grupo:
- Amigos, de la misma manera, cuántas veces, nosotros buscamos, trabajosamente, en nuestra vida, reunir las monedas de nuestra felicidad.
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-Peregrino, ya hemos pasado tres veces por este lugar, y no encontramos la salida que nos lleve al sitio que buscamos.
-Amigos, esto es solo una pequeña caricatura de los laberintos en los que dejamos perderse a nuestro corazón.
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Han caminado juntos. Han compartido camino, sueños y fracasos. Pero ahora el peregrino le ve llenar la mochila de cosas pesadas, inútiles, voluminosas. 
-Pero... así no podrás caminar. 

Guardan silencio. 
- Lo sé. He luchado contra esto, pero he sido vencido. Mi vida ahora pide ser una mochila repleta de complejidades y sin huecos. 

Comprenden. Un abrazo. Quizás el último. Y el peregrino sigue su camino. Atrás, alguien, arrastrando apenas una mochila imposible.
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Un alto en el camino. Los ojos de todos los del grupo se centran en los colores del otoño. 
-¡Qué hermoso!, dice alguien.
Habló el Peregrino:
-¿Qué somos, amigos? ¿El árbol o el reflejo? ¿El latido o las palabras? ¿El sueño o los pasos?
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- Peregrino... ha llegado el otoño, con su tristeza. Caen las hojas de los árboles... todo llama al silencio.

- Fijaos bien. No se caen las hojas. Es una siembra de estrellas, de luces para el camino.
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El Peregrino detiene su paso. Los compañeros lo ven absorto, contemplando. 
- Es hermoso esto, dice uno. 
- Es la imagen de la paz y la convivencia, dice el Peregrino.
Sonrientes, todos disfrutan la armonìa de colores y formas de la estampa: el verde del olivo y el rojo de la enredadera. 
-¿Qué mal daña nuestras raíces o nuestro modo de crecer, que hacen imposible que esto suceda entre los hombres?
Bajaron todos la cabeza y siguieron el camino, pensativos....
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-Peregrino, ¿cómo puedes andar tanto tiempo seguido?

- Es sencillo. No me ilumina un sol, sino dos.
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La gente mira con interés o desgana un maravilloso edificio clásico... se paran aquí o allá, se hacen fotos, husmean los rincones.

- El principal descubrimiento debe ser encontrar las huellas que otros peregrinos, hace tanto, nos han legado en estas piedras.
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- ¿Por qué no sales ya al camino? Se va a hacer tarde. 

- Yo saldría. Pero sólo encuentro zapatillas del pie izquierdo en la habitacion. Alguien se ha confundido y debe andar por ahí sólo con zapatillas del pie derecho.
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- Peregrino, cuéntanos lo de la Torre de Babel.

- La vida del hombre se convirte en una Torre de Babel, vamos acumulando pisos: éxitos, proyectos, trabajos, necesidad de aplausos, estar implicado en muchas cosas, en muchos ambientes... Hasta que, con tanta acumulación, implosiona y se viene abajo. Es decir, que la vida es un fracaso.

- Aún no, podemos coger algunos de los ladrillos de esa soberbia torre que habíamos levantado y, con ellos, hacernos una humilde choza para vivir.
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-Peregrino, ¿has visto con qué ilusión está preparando mi hermano su huerto? Hace agujeros para sembrar nuevas semillas...

-Trabaja con ilusión, sí. Pero se equivoca... porque la tierra de esos huecos la está echando sobre unos brotes que estaban naciendo.
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- Al acabar el día, ¡¡qué cansancio al mirar atrás y mirar lo recorrido!! ¿verdad?

- ¡Qué vértigo, más bien, al ver el camino que aún espera!
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- Peregrino, parece ser que se te ha caído algún empaste. ¿Cómo te apañas?

El peregrino de encogió de hombros y dijo: 

- Cada vez me acostumbro más a mi fragilidad. Para ver, necesito gafas; para andar, un bastón; para que me bombee bien el corazón, hacer una especie de gazpacho con varias pastillas; ahora, he perdido el empaste. Creo que solo la poesía y la esperanza son propiamente míos.
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- Peregrino, mañana acabará la peregrinación y volveremos a nuestras tareas de cada día.

- Amigo, no te has enterado de nada: esto es sólo un entrenamiento. La auténtica peregrinación empieza mañana.
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¡Cuánta gente te ha saludado hoy, Peregrino!

- A todos los llevo bien dentro. Cada saludo que ha llegado llegaba para ser abrazado en el lugar del corazón donde llevo al que saluda.
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-Peregrino, te veo cansado. ¿Podrás completar el camino?

Se quedó pensando un largo rato. 

-No sé. Antes te hubiera dicho que sí. Hace unos años... diría... si no lo completo yo, lo completarán mis versos. Hoy más bien te digo... si no lo completo yo ni lo completan mis versos, al pasar vosotros por aquí decid... "hasta aquí llegó nuestro Peregrino en su último viaje". Será otra manera de completar el camino... en el recuerdo.
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-Peregrino, no paras. Siempre te veo andando.
-Es cosa de mis rodillas. 
-Te piden andar siempre?
-Al contrario, me duelen siempre tanto que si parase un minuto creo que no volvería a andar nunca más.
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EN EL CAMINO
El camino, don y tarea.
En el camino, saberme pregonero del Reino.
Peregrino siempre, 
aunque la noche desdibuje el sendero, 
aunque tarde la mañana y duelan los pies 
y no siempre una mano comparta mi bastón de caminante. 
En el camino, don y tarea.
Peregrino siempre, 
peregrino.
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El grupo de reúne una tarde con otro con el que han coincidido algún día del camino. Hablan animadamente alrededor de una fuente de pipas. Todas las manos van cogiendo pequeños puñaditos. Cuando se retiran a dormir el peregrino dijo a los suyos: ¿Os habéis fijado? A medida que hemos ido levantando el pequeño montón de las cáscaras hemos construido una nueva realidad, un círculo invisible entre nuestro grupo y el otro.
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En el camino, alguien da un pequeño regalo a cada miembro del grupo. Unos se quedan mirando el objeto, sin saber qué hacer con él. Otros entablan una animada charla sobre de qué se tratará y sus posibles usos. Todos, así, se quedan atrás. Solo el peregrino prosigue su camino, con el regalo en la mochila.

- Sea lo que sea, sé de qué se trata: un regalo es un recordatorio de que estoy en camino; y de que debo caminar mientras pueda, sin distraerme.
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Mirad este caracol, dijo el peregrino: comenzó su camino en el suelo, en la arena; y va poco a poco con su pasito mínimo, hacia lo más alto.

- Así somos nosotros, ¿verdad? Poco a poco vamos a nuestra meta.

- No: el caracol avanza sin ver lo que hay a su alrededor, solo sabe del siguiente paso. Nosotros hemos de saber de nuestro mundo y de lo que nos rodea. Así nuestra vida será más plena.
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Amigos, ¿habéis visto cómo está de reseca esta tierra por donde pasamos? Peor aún es una vida sin poesía, dijo el Peregrino.
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Estos senderos tan estrechos obligan a caminar de uno en uno, construyendo nuestro propio camino, sin las maletas de la conversación. Así saboreamos mejor el paisaje, nos sumergimos en nuestro interior, descubrimos la belleza de dentro y fuera.

-¿Por qué no hacemos así todo el camino, aunque sea arduo?

- Porque la dulzura, la belleza en exceso pueden ahogar tanto como el aburrimiento o el ruido.
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-Dicen que todo buen caminante tiene un momento en el que algo se ilumina dentro de él. Su vida cambia y desde entonces camina más alegre y ligero.

-Así es. 

-Cuéntanos cómo fue tu momento, Peregrino. 

El peregrino cogió su mochila y se puso en pie .
-Espero que sea hoy
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Ha muerto una compañera de camino. Lágrimas y sonrisas al recordarla y mirar los momentos compartidos. 

-¡Qué pena, no caminar más juntos!

-¡Qué gozo, recordar lo vivido!

Dijo el Peregrino:
-No dudéis, amigos, que un día vuestros pasos os parecerán los suyos, que caminaréis e iréis hablando con ella, que compartirá vuestra ruta. Cuando no simplemente se anda, sino que se comparte el camino, el compañero está en nuestra mochila y en nuestras zapatillas. No la hemos perdido para siempre. Nos espera en muchos recodos del camino...

Todos sonrieron mientras sollozaban y se apretaban las manos.
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-Peregrino, hemos saludado a un hombre que se ha cruzado en el camino. Nos dijiste que el buen caminante siempre contesta, pero él no lo ha hecho.

-Con el tiempo aprenderéis que hay personas que quizá caminen a vuestro lado... pero con otro camino.
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-Peregrino, ¿es bueno caminar en silencio?

-Depende. Para unos el silencio es una alegre carcoma, que llena de agujeros la mochila y aligera su peso. Pero para otros es una esponja que va absorbiendo pensamientos, sensaciones, encuentros... y hace imposible dar un paso. ¿ Cómo es tu silencio?

El joven no contestó, pero el resto del camino no dejó de hablar un solo instante.

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La marcha del grupo ha sido lenta. Uno de ellos va muy cansado. Unos dicen que puede ser el calzado... Otros han probado a cargar con su mochila, aligerándolo de ese peso.

El peregrino lo ha mirado y ha notado en el fondo de sus ojos la causa. 

- Es inútil lo que hagamos. El peso terrible, la mochila insoportable, la lleva por dentro.
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-Mira, Peregrino. Se ve que en esta casa hay alguien aficionado al teatro, y ha lavado parte de su vestuario. 

- Más difícil es lavar las caretas con que actuamos en el día a día.
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-¡Qué hermoso y difícil de encontrar ese cariño! ¿Verdad, Peregrino?

-A veces la vida nos depara un encuentro maravilloso, con una persona que es descanso y fuente de agua fresca, defensa e impulso. Un alma hermana, un regalo donde dejar abierto y sin cerrojos nuestro corazón. A veces pasa. Es un regalo inmenso e íntimo. Es la tarjeta de visita de Dios en nuestras vidas.
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- Peregrino, hoy es tu cumpleaños, ¿los años pesan en la mochila?

- Los años enseñan, primero, a dar gracias por tener mochila. Luego, a llenarla cada vez mejor. Después, a llevarla mejor, para que pese menos. Y, cuando a pesar de todo esto, no puedes llevarla, dar las gracias por aquellos que te ayudan a soportar su peso.  
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-Así nos acoge Dios cada día, amigos. Con ese abrazo de confianza.

-Pero, ¿Quién sería Dios de los dos, en este caso, Peregrino?

-¡Cómo! ¿No lo ves? EL más pequeño, amigo, siempre el más pequeño
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El grupo avanza, siguiendo a la guía turística. Visita guiada. Todos secundan sus invitaciones... miren ese muro... fíjense en los colores... vean esa ventana...

Al acabar la visita, el peregrino comenta que sería difícil que alguna de esas personas acepte una visita así a su propio interior, guiada o no.
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En la plaza, la gente, en corros, charla animadamente. Al lado, como reclamo turístico, unos viejos cañones. 

El peregrino habla al grupo.

- Las bocas de estos viejos cañones ya no hacen daño. Ahora son más temibles las bocas de los que hablan de todo y sobre todo, dictaminan y deciden. Esas son armas de destrucción masiva. Temedlas.
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El peregrino mira con el grupo el muro de un viejo edificio, que presenta en su fachada la huella de antiguos bombardeos de varias guerras. 

-¿Veis las marcas? El edificio sufrió. Pero ahí lo veis: sigue en pie. 

Calló un momento. 

- Ojalá seamos así ante la vida. A veces, al primer cañonazo nos venimos abajo y todo en nosotros es ruina y caos.
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Un amigo del peregrino lleva un vendaje en una muñeca y los del grupo le preguntan si tiene rotura, cómo fue, cuándo. El amigo se pone rojo y les cuenta que hace tiempo se rompió esa muñeca y ahora, de vez en cuando, no puede evitar vendársela, como una especie de conjuro para evitar un nuevo mal. Los miembros del grupo miran extrañados al Peregrino.

- Sin duda, nuestra cabeza es una cruel carcelera. Nos tortura con recuerdos del pasado... O tiñe de colores tristes nuestro presente...

Cuando todos han creído comprender, añade:

- O siembran de amargas certezas nuestro futuro. 

Algunos, sin darse cuenta, se acarician una muñeca
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-Peregrino, hablas mucho de Dios. Pero dame una prueba de que es como tú dices... eso de... bondadoso, etc.

-Tú eres esa prueba. ¿Crees que nos conocimos por casualidad y por casualidad se hablaron nuestras almas; y por casualidad cavamos juntos en nuestras galerías más íntimas y sacamos diamantes que son del color de tus ojos? Todo el cariño que siembras, toda tu dulzura, toda tu fuerza, la poesía de tus manos, las flores que haces crecer cuando hablas... son un regalo permanente del Dios bondadoso. Cuando te veo no puedo dudar de Él. Cuando te oigo, comprendo que me habla. Cuando caminamos juntos comprendo que Él ha decidido que nunca estaré solo. 

Ella calla. 
-Eres un exagerado, dice por fin. 

-El exagerado es Él, que no sabe ya cómo darme a entender lo que me quiere. Sí, lo repito... tú eres la prueba.
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PARA SOÑAR LA LLUVIA
Hay huecos en la noche que hablan de la carcoma. 
Los candiles oscilan pupilas de pantanos, ninguna campana llama a la luz del trigo. 
Las orillas de los ríos corren al revés,
nubes ocultas suenan a piel de esparto. 
La lluvia ya no llueve 
y en la tierra se inicia
la razón del desierto.
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A una joven del grupo le ha picado un alacrán. Rápidamente se hincha su pierna. El grupo deberá detener al menos un día su marcha. 

-¿Es dolorosa esa picadura, Peregrino?

-Ya veis que es algo serio. Pero temed más bien a los alacranes de los recuerdos. Esos pueden paralizar la vida entera.
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- Peregrino, ¿cuántos años llevas atravesando este pueblo en el que estamos?

- Desde hace unos 15.

- ¿Y lo ves siempre igual? Estos pueblos no cambian apenas, ¿no?

- No sabría decirte; cada año que he venido lo he hecho con un estado de ánimo distinto, lo miraba con los ojos del momento. Y supongo que sus habitantes me han mirado a mí, en cada ocasión, con ojos distintos.
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-Peregrino, ¿por qué cuando vemos un niño pequeño, Carmen se queda tan seria?

- Mucha gente opina que el Paraíso del ser humano es la infancia. Cuando ve un niño, Carmen se siente desterrada del Paraíso. Por eso se pone tan seria.
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Hoy es el cumpleaños de una de las más jóvenes del grupo. 

Todos piensan en hacerle algún tipo de regalo. No se ponen de acuerdo, así es que el peregrino reparte a cada uno una hoja de papel. 

Uno dice: ¿Esto es para que escribamos el regalo y lo votemos en secreto? 

El peregrino dice: No, esto es para que escribamos cada uno de nosotros el nombre de ella en este papel, lo metamos en la mochila y lo llevemos siempre encima.
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El grupo ve a unos niños jugando. 

- Son incansables, ¡qué maravilla!


- No, son ignorantes. No saben para qué sirve el cansancio.  El día que lo descubran, pierden su paraíso.

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- Estás pensativo, Peregrino.

- He hablado con mi sobrino por teléfono-, contesta el Peregrino. 

Y le vuelven a preguntar: - ¿Pasa algo malo en la familia?

Contesta: - Sí, algo grave. Está contento porque lleva toda la mañana reunido con proyectos, colaboradores, nuevas ideas...

Le dicen: - Pero eso es estupendo, ¿no?

Y el Peregrino dice: - No, porque le he preguntado si por ahí está nublado y me ha dicho que no lo sabe, no ha mirado al cielo.
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- Has dejado a alguien atrás en el camino, ¿verdad?

-Sí.


- Tu paso triste lo da a entender. Sin embargo, sigues andando. 


- Sí, creo firmemente que el mundo es redondo.

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Peregrino, qué divertido ha sido escuchar la conversación de José y Juan. Durante casi media hora, se han estado diciendo uno al otro exactamente lo mismo pero, como están sordos, no se entendían. 


Decía José: eso fue el año en que murió tío Pedro. 


Y Juan se enfadaba y le decía: que te digo que estás equivocado, eso fue cuando murió Pedro, nuestro tío. 


Media hora así. 


El Peregrino reflexionó un momento y dijo: exactamente eso  nos pasa con Dios mil veces, nos empeñamos en llevarle la contraria, diciéndole lo mismo que Él nos está diciendo.

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El Peregrino pregunta:

-¿Habéis visto cómo gemîa y se lamentaba ese perro  cuando las hijas de su dueño se han ido?

-Sí, contestan. Daba mucha pena.

-De esa manera debería nuestro corazón despedirse de cada atardecer.
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-¿Crees que conseguirías abrir esa puerta aunque la mires fijamente?


- Claro que no. 


- ¡Enhorabuena! Has descubierto la llave que te permitirá no malgastar tus energías con ciertas personas. 

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El Peregrino ha abrazado durante mucho tiempo a un caminante. En el grupo le preguntan quién es. 

-Lo considero uno de mis maestros. Me enseñó uno de los secretos del camino.

-¿Cuál?, preguntan todos.

-El cansancio es una bendición.

-¡¡¿¿Cómo??!!!

-Sí, amigos. Muchas veces el cansancio, provocado por haber andado más allá de tus fuerzas, hace que no sientas otro dolor más íntimo, más hiriente, más terrible. 

-¿Por eso has vuelto al camino,Peregrino?

-Sí, he vuelto para experimentar de nuevo la verdad de las palabras de este maestro… y para darle las gracias. 

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DIÁLOGO DE LA ABEJA Y LA FLOR


Abeja: Eres, sin duda, mi paraíso. Dios te ha hecho hermosa, llena de misterios dulces, para que pueda yo deleitarme con tus sabores, con tu vida pujante, con tu alma.
Flor: No, no, te pierdes una y otra vez. Soy solo una flor, una flor. Mis hermanas son miles. Todas son hermosas y pueden deleitarte.
Abeja: Podría ir a verlas y comprobar lo que dices, pero he encontrado en ti mi plenitud. Puedo, en ti, llenarme y sentir crecer la vida. Te amo como eres, en tu fragilidad y en tu suave movimiento oscilante.
Flor: Yo siento tu amor porque me rozas suavemente, me acaricia el pequeño huracán de tus alas. Noto cómo te estremeces al encontrarnos y cómo tras esos instantes alzas el vuelo, orgullosa, libre y feliz.
Abeja: Necesito de ti, amiga, sin ti no podré construir mi destino, el pequeño espacio que aporto a mi panal. Tus pétalos me acarician, bebo el más íntimo de tus tesoros. Solo te pido que me dejes cortejarte cada día y saborear el beso de tu esencia.
Flor: Ay, amiga abeja. Yo te necesito también para sentir la vida. Sin ti, podría ser hermosa, pero estéril. Podría ondular por la fuerza del viento, pero no sería fuente de vida. Grácil, pero vacía. Quizás crees que tus visitas me cansan, pero eres el mejor mensajero de los dioses. Tú eres, en verdad, mi paraíso.
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–Peregrino, ¿el camino aleja la tristeza?

El camino es como un sonajero con el que distraemos la rabieta de un niño. Pero apenas dejes de moverlo, la rabieta puede reaparecer. Y con más fuerza. 
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-¿Es cierto que en el camino lo que cuenta es cada nuevo amanecer?

-Así es. Pero si un simple mosquito os ha picado la noche anterior, es posible que vuestro paso se resienta. 
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Los viajeros llegan a una encrucijada. 

-Mejor seguir el camino que ya conocemos, aunque sea tan cansado.

-Mejor ir por donde menos nos vayan a doler los pies.

Todos, sin decir una palabra, cambian al camino que se cruza con el que les ha traído hasta allí. 
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El grupo está cansado.
-Ha sido el sol de la mañana, me ha agotado.

-A mí ha sido el viento de la tarde lo que me ha cansado. Es difícil andar con el viento en contra.

-Y a ti, Peregrino, ¿qué ha sido?

-Ver que os quedabais atrás y no podíamos seguir juntos. 
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-¡Qué hermoso, Peregrino! El canto del jilguero, las piruetas de la golondrina, la silueta grande de la cigüeña, arriba…

-Y aquí abajo, nuestro pequeño canto, nuestras piruetas para ser felices, la sombra protectora de la amistad…
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–Siempre nos dices que llevemos poco peso en la mochila. ¿Por qué llevas tú siempre unas tenazas?

-Nunca se sabe en qué momento voy a ser consciente de las cadenas que me impiden caminar. 
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-¿Qué te cansa más del camino?

-Saber que realmente hay otro que me está aguardando y no me decido a recorrerlo. 
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–Peregrino, antes tomabas muchas notas sobre los lugares que íbamos encontrando. Ahora apenas lo haces. ¿Es que ya sabes todo sobre ellos?

-Lo hago precisamente porque no quiero llegar a saberlo todo. 
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El grupo acompaña a un lesionado a la consulta médica. Llega una madre joven con su hija,que se convierte en el centro de atención. Hay sonrisas en todos los rostros. Se detiene el tiempo, libre de dolores y quejas.
-Ya sabéis....si no os hacéis como niños....

Y durante unos minutos en la consulta es evidente el sonido alegre de las alas de todos, sobrevolando el añorado territorio de la infancia.
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Al salir de la consulta se encuentran con un anciano: boina, garrote, piernas vacilantes, voz débil.
-Hoy sí hemos aprendido lo que es el camino, Peregrino
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En el camino surge una extraña hermandad con otras personas que peregrinan.

-Así es, sobre todo cuando descubres que en sus mochilas llevan alguna derrota semejante a la tuya. 
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-Sabía que el camino sería ya demasiado duro para ti. Has vuelto a sentarte.

-No es cosa del camino. Son mis viejas botas, que ya no me sirven. En cuanto pueda he de ponerme otras nuevas. 
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El grupo lleva varios días en un mismo pueblo. El Peregrino pasa mucho tiempo frente a una vieja casa.
-¿Estás cansado? ¿Piensas en un lugar para descansar?
-Mirad las aves del cielo. Poco a poco, paciente e incesantemente, están haciendo su nido. Decenas de viajes rapidísimos, con barro, con pequeñas pajas, con trocitos de hierba. Cada viaje aporta una insignificancia, imperceptible. Pero deteneos un rato... en unas horas el nido crece medio centímetro... en unos días el nido podrá estar hecho....
-¿Así es nuestra vida, verdad Peregrino?
El Peregrino reflexiona un momento. 
-No. Nosotros nos cansamos muy pronto de dar muchos viajes cargados con insignificancias. Queremos destacar, relucir.... un solo vuelo... pero apabullante y glorioso. Dejamos muchos nidos a medias. Es más... en muchos casos los hacemos sin poner los primeros puntos de apoyo... y todo se viene abajo. 
En ese momento dos golondrinas salen volando de la vieja casa, por una de las ventanas, casi hundida. Los del  grupo se van asomando y entienden el desvelo del Peregrino: ha visto durante esos días crecer el nido.
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-El mar está hermoso, en los días de temporal. 
-Así es. El mar bravo ha de ser nuestro modelo. Chocar una y otra vez,contra la roca de las tradiciones y la rutina. No para vencerlas, estarán siempre ahí. Pero al chocar contra ellas nos hacen ser gotas voladoras, refrescantes, luminosas, bellas....
- Pero entonces el agua se dispersa, se pierde...
-No, entonces el agua, que ha vivido su primera vocación en el mar y ha estallado en una segunda vocación contra la roca, descubre su tercera vocación,la decisiva. ...riega la tierra
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-Impresionan las viejas cadenas de un barco,¿verdad? Sobre todo, al verlas fuera del mar, en tierra... Sin embargo, caminamos arrastrando una buena carga de cadenas... prejuicios, temores, convenciones sociales...
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-Peregrino, es impresionante la cantidad de algas que ha dejado el temporal en la playa.
-Revisemos nuestros corazones, amigos. ¡Cuántas tristezas dejamos que se asienten en ellos a diario!
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En el camino hay una palmera, sujeta con unas estacas, para mantenerla recta. 
-Es una bella imagen, amigos. Cada uno de nosotros somos una palmera, una planta en peligro de caer. Pero a nuestro alrededor Dios planta no tres ni cuatro, sino cientos de estacas, que nos mantienen erguidos... familia, amigos, peregrinos que comparten un trecho con nosotros... Lástima que, frecuentemente, pensamos que el mérito de seguir adelante es sólo nuestro. Bendigamos a diario las estacas invisibles que nos sostienen.
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-Peregrino, has titulado esta fotografía "Vida". Y es verdad.... es un duro ascenso hacia la cruz, que nos aguarda al fondo. 

-No, amigo. Lo que nos aguarda al fondo no es la cruz, sino el azul infinito: la Vida Infinita
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EMAÚS 
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.
     (Lc 15,11-32)

Danos el mejor pan que tengas, el vino más puro.
Venimos trastornados del camino. Han sido duros los días desde la noche aquella en que nos dijeron que lo habían detenido. Vino el desprecio; las burlas y las bofetadas vinieron; la tortura, la cruz, la muerte; y aquel temblor de la tierra toda, como en despedida.
Sí, danos ese vino oscuro, que traiga luz a nuestras almas tristes. Nos ocultamos con miedo... un día y otro día... ¿Para qué fueron tantos signos prodigiosos, tantas hermosas palabra en el monte, tantas caricias a los que nunca tuvieron un amor? Vino una noche honda como un pozo terrible, que no entiende de misericordia.
Pero esta mañana, al alborear, los gritos nos hicieron volver: "¡No está!" "¡Ha resucitado!". ¿Ha resucitado? ¿Puede el amor inventarse vidas nuevas?
Dicen que estaba el sepulcro vacío. Eso dicen. Pero en mi alma, créeme, aún era la noche. Quizás aún lo sea, aunque este peregrino que nos acompaña ha encendido una luz incomprensible, como si de nuevo fueran posibles los signos prodigiosos, las hermosas palabras, las caricias...
Dame ese pan, sí. Cenará con nosotros, como tantas veces él lo hizo. Partiremos el pan, como lo hizo él tatas veces para los hambrientos.
¿Sabes? Siento que empieza en mí una alborada, una luz que sana y libera. Quizás este extraño peregrino... Quizás... Voy a la mesa con él. Aunque ya es de noche, siento que ha empezado mi mañana. 

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-En tus caminos, Peregrino, habrás descubierto ese rasgo que distingue un pueblo de otro. 

-Nunca fui capaz, lo confieso. En cada lugar, nunca faltaba una persona que se encargaba de ensalzarme lo bueno que era el vino de su tierra, al tiempo que lamentaba sin límites las maldades de los habitantes de aquel sitio. 

-¿Y era verdad?

-Lo del vino, sí, dijo el Peregrino, guiñando un ojo.



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-Estás lento, Peregrino. Ya te dije que no era buena idea que volvieses a los caminos. 
-Todo es a causa de mis ojos.
-¿Tienes mal los ojos?
-Al contrario. He aprendido a fijarme tanto en los detalles, en miles de cosas que en mis anteriores caminos me pasaron desapercibidas,que ahora recorro mucho más despacio el camino.


NUEVOS CAMINOS DEL PEREGRINO

A Ángela y Rafa

El amigo entró en la habitación. El peregrino lo había llamado. Lo encontró terminando de prepararse para iniciar el camino. 
- ¿Esto es lo que parece?
- Si parece que voy a emprender de nuevo el camino, sí.
- Pero, ¿no decías que no podías caminar?
- Tengo problemas serios en mis pies; una rodilla, cuando bien le parece, hace un extraño movimiento y apenas puedo mover la pierna, pero he comprendido que pierdo más estando sentado en casa.
- ¿Qué pierdes? Te estás cuidando.
- Maldito sea ese verbo: "cuidarse". Ese verbo es la máscara del egoísmo, de la comodidad. Cuando uno no quiere andar, dice que debe cuidarse. Pero ese cuidado es un veneno, aniquila el alma, nos hace cobardes, nos cierra los ojos para no ver la realidad. Sin embargo, el camino nos abre al mundo, nos libera, nos capacita. He de volver al camino. ¡Cuántos amigos hice en él! Y pasaron a una sombra de olvido y de silencio. Hoy ha llegado una postal de uno de mis amigos y he decidido salir a buscar a tantas personas que fueron tanto para mí, en el camino... y quizás he perdido para siempre porque tenía que cuidarme.
El amigo insistió:
- Pero, ¿qué harás, si el dolor te impide andar?
- Entonces, entenderé que debo sentarme.
- ¿Ves?
- Sí, pero me sentaré al borde del camino. Y algún día pasará por allí alguna de esas personas que he estado a punto de perder por mi dejadez.
- Entonces, ¿reemprendes el camino?
- Hace mucho que lo he reemprendido, cuando tuve el valor de reconocer la máscara que me asfixiaba y me la quité.
Y, sin más, el peregrino salió a la calle.

PARÁBOLA DEL PADRE DESCONCERTANTE.
Cuando al volver del campo se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamado a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud". Él se indignó y no quería entrar.
     (Lc 15,11-32)

¿Era preciso que entrase en la fiesta? ¿Tenía, forzosamente, que ver el rostro de mi hermano? El rostro que se habría congestionado por las borracheras, el rostro que se habría reído soezmente mientras lo besaban las prostitutas. El rostro que se había demacrado por el hambre y la necesidad, mientras engordaban los cerdos que él cuidaba, en su terrible vacío, en su lejana soledad.

Yo cada mañana saludaba a mi padre, comía con él, partíamos el pan juntos. A veces paseábamos por nuestras tierras, las que nos quedaron tras la marcha de mi hermano. Pero yo notaba que mi padre siempre miraba más allá. Ni sus ojos ni su corazón estaban nunca totalmente conmigo.

¿Era preciso entrar en esa fiesta, cuando yo había sido fiel... y el traidor, el libertino... estaba en el  centro, avergonzado y sin fuerzas, pero querido y regalado, con el más hermoso traje de la familia?

Era su rostro el de un muerto que vuelve a la vida. Yo nunca había vivido algo así. Siempre fui fiel al cariño de mi padre. ¡Siempre!

Un escalofrío me recorrió entonces: mi hermano, mi hermano... ¡Cuánta soledad habría sentido! ¡Cuánto dolor al recordar los juegos, las tardes enrojecidas por el sol, el sabor de los primeros frutos, el trabajo de cada cosecha que nos hacía más ricos, la paz de la charla tras la comida familiar!

Me quité las botas del campo y entre a la mesa, a su lado, cuando mi padre salió a suplicarme que lo hiciera. Una mano en el hombro, sólo eso: habíamos resucitado.

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